Los cuadros de Tony Soto

Isabel Escudero
Las Navas del Marqués. 21 de Julio de 2008


Esto sí que tiene ciencia,
que en la vida te topes
con una circunferencia.


Eso que vemos ahí y allá, cosas de la realidad, pues mire usted,  parece que son lo que son, o por lo menos deberían serlo, pero claro, no del todo. Y con ese “no del todo” se escapan a su nombre y definición y de ese impertinente desajuste, de esa desobediencia, vivimos tú y yo.  Pero eso parece que sucede como por encima y afuera, en la piel de las cosas. Pero, a veces, uno sospecha que por debajo y adentro de cada cosa, pasa algo de un orden contrario. Hay un esqueleto bien articulado que las endereza y destina a su ser más ideal. Que las distrae de andarse por las ramas y les grita: “¡Quieta pará!”.

La geometría está ahí invadiendo la realidad, y no hace falta que desde los cielos se descuelguen telarañas de retículas perfectas, es que cada cosa desde dentro y desde abajo busca ser no una alcachofa sino la alcachofa.

Pues parece que ese traslucir la geometría ideal de la realidad es lo que mueve los pinceles de Tony Soto. Es como si la pintora quisiera intentar una anticreación menos mentirosa, menos disimulada y quizá ¿por qué no? más primigenia. Porque ¿quién nos garantiza que en el origen  -si es que eso del origen no supone ya una impostura y un apaño tramposo con la falsedad del tiempo- lo primero no fuera el Ideal y la perfecta medida? ¿Quién nos asegura que ese ritmo prenumérico que parece que subyace a la constitución del mundo, y que tanto nos prende y seduce en las olas del mar o en las patas del caballo o en los latidos de nuestro corazón, no sea ya un orden ideal y medido con una vara que nos es ajena y misteriosa? ¿No será que todo lo que hacemos después nosotros con nuestras artes y versos, no sea más que una torpe aproximación a ese subterráneo e inalcanzable ideal? ¿Y no será también que nuestro más o menos entonado hablar sea una interminable asíntota del canto paradisíaco?

Se supone que eso del Ideal nos viene impuesto de Arriba, lo manda la Autoridad, otros decían antaño que Dios, pero a lo mejor es desde abajo desde donde se nos hace marcar el paso y bailar.

O si no, ¿no es sospechoso que los ideales impongan su poder tan mayoritariamente? ¿O, sin ir tan lejos, las ideas mismas, que una silla sea <> aquí y en Pekín, aunque ni siquiera se parezcan entre sí aquella y ésta?

Bueno, pues bien, quedémosnoslo pensando delante de esos cuadritos de Tony Soto, que parecen tan confiados e inofensivos, ante esos colores tan inocentemente dispuestos a proclamar “Sí, yo soy el azul” “Y yo el rosa” “Y yo, el amarillo, y hasta aquí mi sitio”… Pues eso, cuidado, que a lo mejor nos dan el día menos pensado una sorpresa.

 


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